Las discusiones sobre los desafíos de la política exterior de Pakistán generalmente se enfocan en sus relaciones con sus vecinos, particularmente India y Afganistán, y con potencias mayores como Estados Unidos y China. Pero las relaciones de Pakistán con el Medio Oriente están cambiando a un ritmo acelerado con implicaciones significativas para su seguridad y economía. La forma en que Pakistán responda a la creciente rivalidad regional entre Arabia Saudita e Irán, así como a la disputa en curso dentro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), tendrá un gran impacto en la estabilidad a corto plazo.
Ley de Equilibrio de Pakistán
Desde una perspectiva de seguridad, la política de Oriente Medio de Pakistán se ha centrado en gran medida en limitar las consecuencias internas de las tensiones sectarias derivadas de la rivalidad entre Arabia Saudita e Irán. Pakistán es un país de mayoría sunita, pero los chiítas representan alrededor del 20 por ciento de la población total. El país tiene la segunda población chiíta más grande del mundo después de Irán. También tiene un historial de violencia sectaria que comprende enfrentamientos violentos y espirales de asesinatos de ojo por ojo entre grupos sunitas y chiítas. Más de 21.900 civiles han perdido la vida en la violencia sectaria desde 2003, según el Portal de Terrorismo del Sur de Asia. En la década de 1990, Pakistán se convirtió en la primera línea de una guerra sectaria entre Arabia Saudita e Irán, ya que los dos países ofrecieron apoyo financiero y logístico a los grupos suníes y chiítas, respectivamente, como parte de una lucha más amplia por la influencia en el mundo musulmán.
Debido a esta historia, Pakistán sigue desconfiando de verse envuelto en luchas de poder a lo largo de líneas sectarias como las que se están desarrollando actualmente en el Medio Oriente. El resurgimiento político y económico de Irán luego de la implementación del acuerdo nuclear en 2016, y la voluntad de Irán de participar en una guerra de poder en los conflictos en Siria, Irak, Líbano y Yemen en los últimos años, ha hecho que Islamabad desconfíe particularmente de tal resultado en un futuro previsible.
Por lo tanto, la política de Pakistán en Oriente Medio en los últimos años puede percibirse como un acto de equilibrio entre Arabia Saudita e Irán: mantiene una afinidad ideológica, una profunda relación militar y económica, y fuertes lazos de liderazgo con el Reino, al mismo tiempo que forja vínculos económicos y antiterroristas con Irán. . En 2015, el parlamento de Pakistán votó en contra de brindar apoyo político y militar a la intervención militar de Arabia Saudita en Yemen contra los rebeldes hutíes que Riad afirmó que eran representantes iraníes para evitar estar directamente implicados en el conflicto de Medio Oriente. Tras el lanzamiento de Arabia Saudita en diciembre de 2015 de la Alianza Militar Islámica (IMA), una alianza de 41 países denominada OTAN musulmana con un mandato antiterrorista, Pakistán recibió al presidente iraní Hassan Rouhani para asegurarle a Teherán que la IMA no es un organismo anti-chiita y, en Agosto de 2016, Islamabad y Teherán acordaron esfuerzos antiterroristas conjuntos para enfrentar al grupo militante Estado Islámico (EI).
Pero este acto de equilibrio se está volviendo más precario. En marzo de 2017, el gobierno de Pakistán aprobó el nombramiento de Raheel Sharif, exjefe del ejército, como jefe de la IMA. Informes no confirmados indican que junto con este nombramiento, Pakistán contribuirá con 7.000 soldados a la alianza, además de los miles que algunos analistas estiman que el número llegará a 70.000 que actualmente sirven en las fuerzas armadas de Arabia Saudita en capacidad de entrenamiento y defensa de sus fronteras del sur. Si bien queda por ver cómo operará la IMA, Teherán percibiría cualquier iniciativa antiterrorista dirigida contra Irán como si Pakistán eligiera un bando en el conflicto de Medio Oriente, con implicaciones subsiguientes para la seguridad a lo largo de la frontera de 700 kilómetros entre Pakistán e Irán.